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Preparando al Bebé en Casa desde sus Primeros Días

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Los preparativos para la natación del niño de pecho comienzan inmediatamente después de abandonar el hospital. Esto será de mucha ayuda cuando vayas por primera vez a la piscina. Principalmente con ello se persiguen tres fines:
  • Reducir paulatinamente la temperatura del baño de nuestra casa a la temperatura de la piscina, unos 32 grados.
  • Hacer que el bebé se familiarice con el agua.
  • Acostumbrar a los papás a manejar al niño con total seguridad.
Está más que demostrado que los 32 grados centígrados de temperatura del agua de la piscina es la óptima para realizar la actividad, sin embargo, las primeras veces que bañemos en casa a nuestro bebé la temperatura deberá ser mayor. Evidentemente una disminución brusca alteraría su bienestar. Por eso hay que reducirla gradualmente.

Las primeras veces que bañes al bebé lo harás en su bañera pero después podrás meterle contigo, así podrás sujetarle y moverle mejor que desde fuera. Cuando decidas hacerlo no sostengas a tu bebé cuando entras o sales de la bañera, puedes caerte o resbalar; lo mejor es que el padre que no se mete esté fuera para ayudar. La temperatura ya habrá disminuido al menos hasta los 34 grados como máximo.

Ante todo tendrás que dar al niño, mediante un intenso contacto corporal, sensación de seguridad. Es posible que muestre algo de malestar por la nueva situación pero enseguida se sentirá a gusto y empezará a patalear, especialmente si hacemos presión con nuestras manos o muslos contra las plantas de sus pies.

Existen multitud de formas para coger a tu bebé mientras ambos estáis en la bañera pero recuerda que las primeras veces la posición tendrá que ser de forma que el niño te vea. Una de ellas (ver foto al margen izquierdo) podría ser mientras tú estás sentada en la bañera (bien segura/o de no resbalar), apoyando al niño de espaldas en tus piernas y rodillas con sus pies en tu barriga, sujetando su cabeza con una mano y la otra libre para acariciarle, mojarle el pecho, etc.

Otra posición sería apoyando la espalda del bebé en tu pecho, cogiéndolo por la cabeza, con las palmas de las manos y los dedos hacia abajo. No le sujetes ni por el cuello ni por la espalda. Espera a que esté bien relajado, cuando esto suceda, ve estirando tus brazos hacia adelante poco a poco mientras él flota. Observa cómo el bebé flota.

Después de realizar este par de ejercicios coge al pequeño y chapotea un poco con el agua, seguro que él también lo hace. Échale unas gotas de agua por la cabeza. Al rato y a la orden de "listos, ya" vuelve a echarle agua pero esta vez en la cara.

Es importante que mientras realicemos estos pasos en la bañera no haya jabón en el agua.

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